Desde la creación el ser humano ha elegido materiales de la naturaleza para sus construcciones, entre todos quizás la piedra y la madera fuesen los más usados ya desde el principio de nuestros días. A pesar de esto, y después de miles de años utilizándola, aun produce rechazo su empleo en el exterior o en ambientes húmedos por la equivocada idea creada en la sociedad de lo trabajoso del mantenimiento o de la rapidez con la que este material se pudre. Hasta ahora la única madera que se consideraba apta para la utilización en el exterior eran las maderas duras, de origen mayoritariamente tropical. Esto provocó un elevado consumo de este tipo de madera, lo que ocasionó la tala indiscriminada de grandes zonas madereras de los trópicos como la selva del Amazonas y el considerable aumento de sus precios.

Hoy en día, gracias a los tratamientos existentes, podemos conseguir que maderas blandas como el pino duren un mínimo de 15-20 años expuestas a las peores condiciones meteorológicas y preservadas del ataque de hongos y e insectos. Para ello solo debemos concienciarnos de que la protección de la madera es algo natural, nadie discute la necesidad de protección de algunos productos inorgánicos como el acero o el hierro para evitar el oxido y la corrosión; el caso de los alimentos es todavía más claro, la conservación en sal de algunos como el jamón o el pescado es tan normal que ya nadie le da importancia.
Por estas razones queremos concienciar a la sociedad de la importancia de una correcta conservación de la madera; el principal objetivo del tratamiento es ampliar las aplicaciones de ésta y conseguir como resultado un mejor aprovechamiento de un recurso natural renovable y único como la madera pero que necesita como cualquier otro de un uso razonable y equilibrado.